En Coutot-Roehrig nuestro objetivo prioritario es localizar herederos y tramitar herencias que han quedado yacentes, sin que nadie las reclame. Este tipo de investigaciones, rigurosas y exhaustivas, son nuestra razón de ser. No obstante, en este proceso nuestros genealogistas se encuentran con historias familiares y experiencias humanas conmovedoras, que reflejan a pequeña escala la historia de nuestros antepasados y como estos salieron adelante en los distintos momentos de nuestra historia reciente. Hoy continuamos conociendo a Lucía: conoce la segunda parte de su historia y la de su familia aqúi y, a continuación, atento al desenlace.
La llegada de la República a España
Con la llegada de la República el padre Antonio comenzó a interesarse por la política e ingresó junto a otros profesionales liberales en la Logia masónica “Luz de la Sierra” de Bélmez, militando algunos años después en el Partido Republicano Conservador. Su actividad política le llevó a ostentar algunos cargos en la Diputación Provincial de Córdoba donde colaboró con las autoridades del nuevo régimen en varios proyectos para mejorar las condiciones sanitarias y educativas de los trabajadores de la minería, así como para implementar avances tecnológicos en las minas. Las jóvenes hijas del matrimonio estudiarían en una escuelita regentada por la madre, inspirada por las teorías educativas en boga que defendían la educación de la mujer, algo que marcaría profundamente tanto a Lucía como a Carmen.
Al estallar la guerra, el valle del Guadiato cordobés sufrió duros combates al ser primera línea del frente y posteriormente una fuerte represión. Antonio fue detenido por su militancia masónica y torturado en prisión, falleciendo a los pocos años a consecuencia de las secuelas. Esos años serían muy duros para las jóvenes Lucía y Carmen, quienes sumarían a la terrible pérdida de su padre las penurias económicas que pasaría su madre, a quien la Comisión Provincial de Incautación de Bienes franquista le arrebataría algunas de las propiedades de la familia.
Para poner tierra de por medio madre e hijas se trasladarían a Sevilla a casa de otra familia de origen francés y con los ahorros que Ana pudo salvar permitiría a las jóvenes hacer estudios de enfermería y magisterio respectivamente.
Lucía y Carmen
Lucía destacaría rápidamente en su profesión y volvería a Córdoba, entrando al servicio de varios médicos cordobeses, permitiéndole disponer de dinero para ayudar a su madre y tener una cierta independencia económica. Además, desarrollaría una pasión toda su vida por la literatura y la poesía, escribiendo varios relatos y poemarios.
Precisamente en Córdoba Lucía conocería a Juan, un médico sevillano con el que primero iniciaría un noviazgo formal hasta su boda en 1949.
Por desgracia, Juan fallecería joven a consecuencia de un accidente y el matrimonio no dejaría hijos. Lucía no volvería a casarse y mantendría vivo el recuerdo de su joven marido.
Su hermana Carmen, tras varios intentos frustrados (posiblemente por el pasado de su padre), conseguiría sacar las oposiciones a magisterio y dedicaría su vida a impartir clases en una escuela nacional de niñas de la zona y se mantendría soltera toda su vida. En aquellos años, una mujer casada solía dejar el trabajo y ocuparse de la casa y, según parece, ese era un precio que Carmen no estaba dispuesta a pagar. Vivieron juntas, madre e hijas hasta que, ¡nada menos que a los 102 años! La madre Ana fallecería acompañada por sus hijas. En 2010 faltaría también Carmen y Lucía viviría los últimos años de su vida dedicada a la lectura y al cuidado y acompañamiento de otras personas mayores. Una vida con muchos sacrificios y pérdidas pero también con una especial fortaleza, marcada posiblemente por las circunstancias que a ella y a muchas personas de su generación les tocó vivir.