«Buenos días, ¿hablo con Isabel? Le llamo de Coutot-Roehrig para comunicarle que tiene derechos sobre una herencia».
En muchos casos, esta llamada es motivo de tremenda alegría. En otros, como el de Isabel, es la puerta de entrada a un pasado que creías que no existía. Isabel jamás tuvo contacto con su familia materna y, con los años, asumió como normal no tener ningún dato, ninguna referencia ni contacto con ninguno de ellos. De repente, nuestra llamada trastoca por completo su presente y equilibrio. En un primer momento, rehuye nuestra presencia ya que no quiere remover un pasado que sabe que le resultará doloroso. Poco a poco, Isabel entiende que nuestra presencia, que nuestro trabajo puede ayudarle a entender ese trozo de su historia del que no tenía nada de información.
Gracias a nuestro trabajo, conseguimos ahondar en el pasado de muchas personas. Sabemos que en muchas ocasiones, el primer contacto será con recelo y sospecha, puesto que muy pocas personas están al corriente de nuestro trabajo y de la función que desempeñamos. Luego, una vez compartimos con ellos detalles de su vida y de su historia que pocas personas conocen, incluso a veces ellos mismos desconocen, comprender el valor de nuestro trabajo y el beneficio que les puede suponer para ellos. En la gran mayoría de ocasiones, este beneficio será en forma de bienes, en otros, como el caso de Isabel, también será en forma de información, de detalles que jamás pudo saber de boca de su madre.
Puede que no podamos devolverle parte de ese afecto que nunca tuvo, pero sí que podemos darle piezas de información para que encuentre esa paz que muchas veces todos necesitamos.